Servimedia y Fundación Grünenthal organizaban ayer un diálogo para abordar de cerca una problemática que afecta en España a una cuarta parte de la población: el dolor crónico.

En base a los resultados de este encuentro de profesionales para analizar el ‘Impacto biopsicosocial del dolor crónico, sabemos hoy que hasta un 70% de los pacientes experimentan una disminución en su rendimiento profesional por dolor crónico y un 27,6% sufre ansiedad, además de las muchas limitaciones que registran para la vida diaria.

Se expusieron resultados de diferentes estudios sobre cómo el dolor crónico afecta tanto a los individuos que lo padecen como a la sociedad en general. Para el análisis se emplearon los datos del Barómetro del Dolor Crónico en España 2022, un documento elaborado por la Fundación Grünenthal y el Observatorio del dolor de la Universidad de Cádiz que ayuda a cuantificar su alcance. Según este Barómetro el 25,9% de los españoles tiene dolor crónico. Por sexos, el 30,5% son mujeres y el 21,3%, hombres. La edad media de los pacientes es de 51,5 años y la duración media del dolor es de 6,8 años. Asimismo, el 9,1% tiene dolor de cabeza, el 10,6% de cuello, el 28% de espalda, el 1,1% de pecho, el 4% de abdomen, el 33,1% de extremidades y articulaciones y el 13,2% es generalizado. Además, casi un 60% de los pacientes con dolor crónico tienen dificultades para levantarse de la cama o una silla.

Sin embargo, los pacientes con dolor crónico pueden tardar más de 10 años en ser tratados en una unidad especializada cuyas listas de espera “son enormes”, por lo que los expertos apostaron este lunes por un modelo de abordaje del dolor basado en la enfermería y la coordinación de la Atención Primaria y la especializada. El trabajo en este aspecto es fundamental de cara a la consecución de unos niveles aceptables en la calidad de vida tanto de los propios paciente como de las personas que conviven con ellos.

Durante su intervención, la presidenta de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), Carina Escobar, aseguró que falta equidad, ya que “hay muchas comunidades autónomas que no tienen estrategia de dolor”. “Aunque tengamos el mejor tratamiento, si al paciente le sigue doliendo no está bien y, por ello, habría que hacer un seguimiento más exhaustivo”, comentó. En esta misma línea se expresó la directora gerente del Hospital Universitario del Sureste de la Comunidad de Madrid, Paloma Casado, quien coincidió en que “las listas de espera de las unidades de dolor son enormes”, por lo que “no todo son unidades de dolor como modelo interdisciplinar de abordaje y hay que cambiar la cultura de los hospitales”.

Un abordaje multidisciplinar es básico en el tratamiento del dolor, tal y como señaló también el director del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), Cristóbal Belda, quien resaltó lo importante que es la investigación. A este respecto, subrayó que este centro “financia toda la ciencia que se desarrolla en el Sistema Nacional de Salud”. “Nuestro objetivo es proteger la salud a través de la ciencia”. De hecho, “existe un conocimiento cada vez mayor de cuáles son los mecanismos que terminan provocando el dolor” y se puede incluso “medir mejor”. Por ello, puntualizó Carina Escobar, “el papel de la enfermería es vital en el acompañamiento del paciente con dolor crónico para que entienda qué le pasa, ya que el 42% no entiende lo que le dice su médico y esto es una señal de alarma”. Ante esta situación, el catedrático de Psicología de la Universidad Rovira i Virgili, Jordi Miró, apuntó que “es fundamental mejorar la formación de los profesionales en dolor porque es muy escasa”. “También es muy importante que las personas conozcan el problema y que sean sensibles al dolor. Si un tratamiento no es multidisciplinar, está abocado al fracaso”, añadió.

Desde COCEMFE TOLEDO nos sumamos a la idea de que la ciencia ayudará cambiar los modelos sanitarios, pero debemos modificar también nuestra perspectiva como ciudadanos y pacientes para que las personas con dolor crónico no sean “invisibles” para el sistema. Sin olvidar la importancia de una formación continua de los profesionales implicados en esta problemática así como la coordinación con otros sistemas de apoyo informales con los que pueda contar la persona aquejada de dolor crónico.